Yo era la enfermera canadiense de
cáncer- La historia de ESSIAC
Rene M Caisse R.N. 1888-1978
A
mediados de los años 20, trabajaba como enfermera en el hospital de las
hermanas de la providencia, en una ciudad del Norte de Ontario.
Un día,
una de mis enfermeras estaba bañando a una anciana paciente. Me di cuenta de
que uno de sus pechos era una masa de tejido cicatrizado, y le pregunté acerca
de ello. “Volví de Inglaterra hace casi 30años”, me dijo. ‘'Me reuní con
mi marido, que estaba de expedición en el Norte de Ontario. Empecé a tener
dolores muy fuertes e hinchazones en mi pecho derecho. Mi marido me llevó a
Toronto, y los médicos me dijeron que tenía un cáncer de mama muy avanzado y
que era necesario amputarlo inmediatamente.
‘'Antes
de abandonar el campamento, un anciano médico indio me había dicho que tenía
cáncer, pero que él lo podía curar. Decidí que intentaría su remedio antes de
que me amputasen el pecho. Una de mis amigas se había muerto en la operación de
amputación de pecho. Además, no teníamos dinero.'‘
Ella y
su marido volvieron al campamento minero, y el viejo indio le mostró ciertas
hierbas que crecían en la zona. Le dijo que hiciese un té con esas hierbas y
que lo tomase cada día.
Tenía
cerca de 80 años cuando la ví y no había ninguna reincidencia del cáncer.
Me
interesé mucho y anoté el nombre de las hierbas que había utilizado. Sabía que
los médicos enseguida ponían las manos en los pacientes cuando descrubrían un
cáncer: era igual que una sentencia de muerte, o casi. Decidí que si algún
día tuviese cáncer, usaría ése té de hierbas.
Un año
más tarde, estaba visitando a un anciano médico retirado al que conocía bien.
Caminábamos lentamente por el jardín cuando cogió su bastón y levantó una
planta.
‘'Enfermera
Caisse'‘ me dijo, ‘'Si la gente utilizase esta hierba habría muy poco cáncer en
el mundo'‘.
Me dijo
cómo se llamaba la plata. Era una de las hierbas que mi paciente nombró como un
ingrediente del té del médico indio!
Unos
meses más tarde recibí noticias de que la única hermana de mi madre
había sido operada en Brockville, Ontario. Los doctores habían descubierto que
tenía cáncer de estómago con complicaciones en el hígado, y le diagnosticaron
un máximo de seis meses de vida.
Enseguida
fui a su encuentro y hablé con su doctor. Era el doctor R.O. Fisher de Toronto,
a quien conocía bien porque había cuidado a muchos de sus pacientes. Le hablé
de mi té de hierbas y le pedí permiso para utilizarlo bajo su supervisión,
ya que aparentemente no había nada que la ciencia pudiese hacer por mi tía.
El
consintió rápidamente. Conseguí las hierbas necesarias, con alguna
dificultad, e hice el té.
Mi tía
vivió 21 años más, después de que los médicos se hubiesen rendido. El cáncer
desapareció y no se volvió a desarrollar.
El Dr.
Fisher se impresionó tanto que me pidió que utilizara el tratamiento en otros
de sus pacientes con casos de cáncer incurable. Otros médicos oyeron hablar de
mí a través del Dr Fisher y me pidieron que tratase a algunos de sus
pacientes, a los que la ciencia médica ya nada podía ofrecerles. Ellos también
quedaron impresionados con los resultados.
Varios
de los médicos me preguntaron si estaría dispuesta a utilizar el tratamiento en
un hombre viejo, con la cara carcomida, que sangraba tanto que los
médicos dijeron que no viviría más de 10 días.
‘'No
esperaremos un milagro'‘, me dijeron. ‘'Pero si tu tratamiento puede ayudar a
éste hombre en su etapa de cáncer, sabremos que has descubierto algo que el
mundo entero necesita desesperadamente– un remedio contra el cáncer'‘
Mi
tratamiento paró el brote incesante de sangre en 24 horas. El hombre vivió
durante seis meses con muy pocas molestias.
Tras
presenciar tales resultados con sus propios ojos, ocho de los médicos firmaron una
petición al ‘Department of National Health and Welfare’ en Ottawa, pidiendo que
me otorgasen las facilidades necesarias para realizar una investigación
independiente sobre mi descubrimiento.
Su
petición, con fecha del 27 de octubre de 1926, Toronto, leía así:
A quien
pueda concernir: Nosotros, los abajo firmantes, creemos que el “Tratamiento de
cáncer” descubierto por R.M. Caisse, no puede hacer ningún daño y que alivia el
dolor, reduciendo el agrandamiento y prolongando la vida en casos que ya no tienen
cura. Bajo el mejor de nuestro conocimiento, no ha tratado ningún caso
hasta después de que la ciencia médica y quirúrgica haya intentado hacer todo
lo posible dentro de sus limitaciones, e incluso entonces ha sido capaz de
demostrar resultados favorables espectaculares en aquéllos casos que estaban en
su última etapa. Estaríamos interesados en que se le diese la oportunidad
de mostrar su trabajo a más alta escala. Bajo el mejor de nuestro conocimiento
ha tratado todos los casos de forma gratuita y ha continuado realizando ésta
tarea a lo largo de los dos últimos años. (Firmado por los ocho médicos)
Me
alegré profundamente ante la expresión de tal confianza otorgada por médicos
reconozidos, acerca de los beneficios derivados de mi tratamiento. Mi alegría
duró poco. Poco después de recibir ésta petición, el departamento de la salud y
el bienestar social envió a dos doctores de Ottawa para que me arrestasen por
“practicar la medicina sin tener licencia'‘.
Esto
fue el comienzo de casi 50 años de persecución que soporté por intentar ayudar
a los afectados por el cáncer, tanto por parte del gobierno como por la
profesión médica.
Sin
embargo, cuando los dos doctores envíados desde Ottawa se enteraron de que
estaba trabajando con nueve de los físicos más eminentes de Toronto, y que el
tratamiento fue suministrado sólo bajo su petición y observación, no me
arrestaron.
El
Dr.W.C.Arnold, uno de los doctores investigadores, se interesó tanto en mi
tratamiento que me propuso experimentar con ratones en los laboratorios del
Christie Street Hospital en Toronto, con el Dr. Norich y el Dr. Lockhead.
Así lo hice desde 1928 hasta 1930. Estos ratones fueron inoculados con
Rous Sarcoma. Mantuve a los ratones vivos durante 52 días, más de lo que nadie
había logrado, y en posteriores experimentos con otros dos
médicos, conseguí que los ratones viviesen más de 72 días
con ESSIAC.
Esta no
fue mi primera experiencia clínica. Anteriormente había transformado
el sótano de mi madre en un laboratorio, donde trabajé con médicos
que estaban interesados en mi tratamiento. Descubrimos que en ratones
inoculados con carcinoma humana, el crecimiento retrocedía hasta que después de
nueve días de tratamientos con ESSIAC, ya no invadía los tejidos.
Esto
sucedió durante el período en el que trabajaba bajo la sugerencia del Dr.
Fisher, que decía que el tratamiento podía ser más eficaz si se inyectase,
en lugar de darse en forma líquida, como un té. Empecé a eliminar una sustancia
tras otra: finalmente cuando se eliminó el contenido proteínico,
descubrí que los ingredientes que paralizaban el crecimiento maligno
podían ser de hecho inyectados en la vena sin causar la reacción que
habíaresultado de mi primer experimento inyectando ratones. Sin embargo,
descubrí que los ingredientes extraídos de la fórmula inyectada, los
cuales reducían el crecimiento del cáncer, eran necesarios para el tratamiento.
Aparentemente
éstos ingredientes curaban tejidos destrozados e infectados por la enfermedad.
Al inyectar en la vena del brazo, para destruir la masa de células malignas
obtuve resultados más rápidos que administrando la medicina de forma oral para
purificar la sangre, lo cual era mi tratamiento original hasta que el Dr.Fisher
me sugirió experimentar con el desarrollo de una inyección que podía suministrarse
sin reacción.
Recuerdo
bien la primera inyección del medicamento en un paciente humano. El Dr Fsher me
llamó y me dijo que tenía un paciente de Lyons, Nueva York, que tenía cáncer de
garganta y lengua. Quería que le inyectase ESSIAC en la lengua. Bueno, yo
estaba muerta de miedo. Y la reacción fue violenta. El paciente desarrolló un
severo temblor; su lengua se hinchó de tal forma que el médico tuvo que
presionarla hacia abajo con una espátula para dejarlo respirar.
Esto
duró unos veinte minutos. Después el hinchazón bajó, y desaparecieron los
temblores y el paciente se puso mejor. El cáncer paró de crecer, el paciente se
fue a su casa y vivió de una forma bastante aliviada durante cuatro años.
En la época en la que utilicé mi
tratamiento en casos de cáncer terminal o cánceres que no respondían a
tratamientos médicos, todos ellos referidos a mí por los nueve médicos de
Toronto- todavía trabajaba de enfermera 12 horas al día, la jornada laboral
habitual para enfermeras en aquél entonces. Sólo disponía de mis dos horas de
descanso y de las noches para dedicarme a mi trabajo de investigación y a mis
tratamientos.
Decidí
abondonar la enfermería y así poder dedicar más tiempo a la investigación y el
tratamiento de pacientes.
Los
médicos empezaron a enviarme pacientes, que trataba en mi apartamento , unos 30
cada día. Ahora sentía que tenía alguna evidencia científica para convencer a
la profesión médica de que mi tratamiento tenía gran mérito. Conseguí una cita
con el Dr Frederick Banting del Banting Institute, en el departamento de
investigación médica de la Universidad de Toronto, famoso en el mundo entero
por el descubrimiento de la insulina.
Después
de leer las notas de mis casos, y examinar algunas de las fotos del hombre con
cáncer de piel, antes y después del tratamiento, así como los rayos x de otros
cánceres que había tratado, se sentó silenciosamente durante unos minutos
mirando al vacío.
“Señorita
Caisse”, dijo finalmente, mirándome fijamente a los ojos, “No le voy a decir
que tiene usted la cura contra el cáncer. Pero posee más evidencias sobre un
tratamiento beneficioso contra el cáncer que cualquier otra persona en el
mundo”.
Me
aconsejó que solicitase las facilidades necesarias para realizar una
investigación en más profundidad en la Universidad de Toronto. Me ofreció
incluso compartir su laboratorio en el Banting Institute para trabajar conmigo.
Sin
embargo, al hacer tal solicitud a la Universidad de Toronto, tendría que darles
mi fórmula, la cual podría ser archivada y olvidada, o utilizada por la
universidad para realizar sus propias investigaciones- y a pesar de ello,
todavía podían rechazar mi solicitud para llevar una investigación
independiente en la Universidad.
Después
de darle muchas vueltas, rechacé la proposición del Dr. Banting y su oferta de
trabajar conmigo.
Quería
establecer mi remedio, al que llamé ESSIAC (mi nombre escrito al revés), como
una práctica real y no sólo en un laboratorio. Sabía que no tenía efectos
secundarios perjudiciales y por lo tanto no podía hacer daño. Quería utilizarlo
en pacientes del modo que yo quería y compartir la administración de mi propio
descubrimiento cuando llegase el momento.
Hacer
tal cosa era imposible para cualquier investigador independiente, incluso hoy
en día, debido a que no es nada menos que una conspiración para encontrar una
cura contra el cáncer. Decidí demostrar mi tratamaiento por sus propios
méritos, sin ninguna ayuda si fuese necesario.
El Dr.
Banting aprobó mi decisión y mi valor. El había descubierto la insulina. No
había reivindicado que fuese una cura contra la diabetes. Sabía por experiencia
que era un paliativo y un disuasivo. Yo sabía lo mismo acerca de ESSIAC.
Pero el
Dr. Banting era un médico y un practicante reconocido, de forma que aunque entregó
su fórmula a la profesión bajo el código ético de la medicina, fue honorado y
premiado. Yo no me encontraba en una situación profesional para asegurar la
aceptación de ESSIAC y la atribución de su descubrimiento si entregaba la
fórmula antes de que el mérito del tratamiento fuese reconocido sin ninguna
duda.
Los
inquilinos de la casa donde tenía mi apartamento en Toronto se quejaron por las
numerosas visitas que recibía- unos 30 o más pacientes diarios. Además, ya no
me podía permitir el lujo de vivir en la ciudad, ya que había abandonado mi
trabajo de enfermera. No cobraba nada por los tratamientos y dependía
exclusivamente de las ocasionales contribuciones voluntarias. Pensé que podía
vivir con menos gastos en una ciudad más pequeña y me trasladé a Timmins, con
la idea de volver a trabajar de enfermera.
Sin
embargo, el Dr. J.A. McInnis (quien había firmado la petición de 1926 y había
visto mi trabajo en Toronto) me pidió que tratara a clientes suyos de cáncer,
lo que hice con buenos resultados.
Más
tarde me mudé a Peterborough, al este de Toronto y allí viví en una casa
alquilada, donde nada más instalarme, el Colegio de Físicos y Cirujanos envió
un oficial con una orden de arresto, acusándome otra vez de “practicar la
medicina sin tener licencia”. He perdido la cuenta del número de veces que he
sido amenazada con arrestos y encarcelamientos, por el hecho de tratar a
pacientes con ESSIAC.
El
oficial habló conmigo y con algunos de mis pacientes y me dijo: “No voy a darle
la orden de arresto; voy a hablar con mi jefe, el Dr. Noble”. El Dr. Noble era
el director del Colegio de Físicos y Cirujanos.
Al día
siguiente escribí al Hon. Dr. J.A. Faulkner, Ministro de la Salúd, para
solicitar una audiencia. Recibí un carta para una citación el lunes siguiente a
las 2 p.m. Me puse en contacto con algunos de los médicos que me habían
recomendado a pacientes, y cinco de ellos, junto con doce pacientes vinieron
conmigo al juicio. Fuimos cordialmente recibidos por el Dr Faulkner, su
ministro diputado el Hon B.T. McGee y otros médicos del National Health and
Welfare, en el Queens park.
Después
de presentar mi caso, el Dr. Faulkner dijo que podía proseguir mis actividades,
con la condición de que los pacientes se presentasen con un diagnóstico escrito
por sus respectivos médicos y siempre que no cobrase por mis servicios. “Mi
única ambición, le dije al Dr. Faulkner, es la de demostrar el mérito de ESSIAC
y hacer que sea aceptado por la profesión médica”.
Volví a
Peterborough, muy orgullosa y contenta de poder seguir ayudando a mis
pacientes. La mirada de gratitud que veía en sus ojos cuando conseguía aliviar
su dolor, y la esperanza y alegría que les devolvía cuando veían sus males
reducidos, era recompensa suficiente por todos mis esfuerzos.Tenía fe en que si
confiaba en Dios y hacía todo lo que estaba en mis manos, encontraría alguna
forma de financiar mi trabajo. Me acordé de la iglesia de St. Joseph, en mi
ciudad natal de Bracebridge, en Ontario, y de la ventana dedicada a la memoria
de mi madre, Fritzelda (Potvin) Caisse. Ella y mi padre criaron y educaron a
sus ocho hijas y tres hijos para que amasen y respetasen a Dios y para que
creyesen que el respeto y el amor de nuestro prójimo es más importante que la
riqueza.
Nunca
me imaginé que intentar ayudar a aquéllos que sufren sin intención de lucro
personal podía causar enfrentamientos y persecuciones.Nunca he afirmado que mi
tratamiento pueda curar el cáncer- aunque muchos de mis pacientes y médicos con
los que he trabajado opinan lo contrario. Mi objetivo ha sido el de controlar
el cáncer y aliviar el dolor.Nunca he afirmado que mi tratamiento pueda curar
el cáncer- aunque muchos de mis pacientes y médicos con los que he trabajado
opinan lo contrario. Mi objetivo ha sido el de controlar el cáncer y aliviar el
dolor.
La
diabetis, la anemia perniciosa y la artitris, no se pueden curar; pero con
insulina, extractos de hígado y extractos de corteza suprarrenal, tales
“incurables” pueden llevar una vida normal y con una esperanza de vida
controlada.
He
tratado con éxito a pacientes con cáncer durante más de 25 años utilizando
ESSIAC hipo dermicamente y de forma oral. Debido a que soy una enfermera y no
un médico, nunca he podido administrar el tratamiento hasta recibir por escrito
un diagnóstico de cáncer firmado por un médico cualificado. Mis tratamientos
siempre han sido administrados bajo observación médicas.
Unos
días después del juicio ante el Departamento de la Salud y el Bienestar, me
llamó desde Bracebridge el Dr. Alfred Bastedo. Me envió a un paciente con
cáncer de intestino y se quedó impresionado con los resultados de mi
tratamiento. Me dijo que se había dirigido al Ayuntamiento de Bracebridge para
solicitar que me ofreciesen el viejo inmueble del British Lion Hotel y montar
una clínica de cáncer, si volvía a mi ciudad natal para ejercer. Me persuadió y
acepté su oferta.
El
alcalde y el Ayuntamiento de Bracebridge estaban entusiasmados por la apertura
de la clínica. Con la ayuda de amigos, familiares y pacientes, amueblé la
oficina, el dispensario, la sala de recepción y cinco salas para tratar a los
pacientes.El alcalde y el Ayuntamiento de Bracebridge estaban entusiasmados por
la apertura de la clínica. Con la ayuda de amigos, familiares y pacientes,
amueblé la oficina, el dispensario, la sala de recepción y cinco salas para
tratar a los pacientes.
De 1934
a 1942, pagué al Ayuntamiento una suma de $1.00 al mes por el inmueble, que
lucía en la puerta una placa que ponía “CLINICA DE CANCER”. Traté a miles de
pacientes que venían de cerca y de lejos, la mayoría casos de cáncer
incurables, por los que la ciencia médica ya nada podía hacer.
Algunos
llegaban en ambulancias y recibían su primer tratamiento tumbados en la
camilla; después de unos cuantos tratamientos podían caminar hacia la entrada
de la clínica sin ninguna ayuda.
Tenía
una fe absoluta de que podía acumular suficientes pruebas de los resultados
obtenidos con distintos tipos de cáncer, tal y como exigía la sociedad del
cáncer. Finalmente, ESSIAC tendría que ser aceptado como un tratamiento
reconocido por la profesión médica.
Entonces
no conocía la existencia de un esfuerzo organizado para que no se descubriese
una cura contra el cáncer, especialmente si se trataba de una investigadora
independiente, sin estar afiliada a ninguna organización que la financiase con
fondos públicos o privados.
Se han
recaudado grandiosas sumas de dinero para la investigación científica contra el
cáncer durante los últimos 50 años, y prácticamente no se ha descubierto nada
nuevo o productivo. La posibilidad de que una simple enfermera haya podido
descubrir un tratamiento eficaz contra el cáncer, podría ridiculizar el gasto
de los fondos invertidos en tal causa.
Cuando
abrí la clínica para tratar el cáncer en Bracebridge, mi madre cayó enferma.
Los cuatro médicos de la localidad dijeron que tenía piedras en la vesícula y
que su corazón era demasiado débil para poder resistir una operación. Mi madre
tenía entonces 72 años.
Cuando
empeoró, insistí en llamar al Dr. Roscoe Graham, un especilista reconocido
internacionalmente, para que la examinase junto con los otros médicos.
Después
de la consulta, el Dr. Graham me dijo: “Tu madre tiene cáncer, Señorita Caisse.
Su hígado es una masa nodular”.
El Dr.
McGibbon, el médico de la localidad, que criticaba mi trabajo contra el cáncer,
le dijo de forma sarcástica, “¿Por qué no hace usted algo?”
“Desde
luego que lo voy a hacer, doctor”, le contesté. Le pregunté al doctor Graham,
“¿Cuánto tiempo de vida le queda?”. El doctor Graham pensaba que era sólo una
cuestión de días.
Inmediatamente
después empecé a tratarla con ESSIAC, administrándoselo durante 10 días seguidos.
Cuando su situación mejoró reduje el tratamiento a tres veces a la semana,
después a dos y luego a una. Continuó mejorando..
Para
resumir la larga historia, mi madre se recuperó totalmente. Se murió después de
cumplir los 90- con un corazón débil pero sin dolor.
Este
suceso me recompensó por todo el trabajo que había realizado- el poder darle a
mi madre 18 años más de vida que no habría tenido sin la ayuda de ESSIAC y de
todas las persecuciones que había sufrido por el mundo de la medicina.
Algunos
médicos de los Estados Unidos se interesaron en ESSIAC lo suficiente como para
investigar el tratamiento. Algunas personas de Chicago que conocían mi trabajo
persuadieron al Dr. John Wolfer de la Alumni Association of Northwestern
University of Chicago, para que me dejase tratar a pacientes en una clínica de
la ciudad bajo la observación de sus médicos.
Un
especialista asesor me llevó a ver al Dr. Wolfer y leyó las historias de los
casos seleccionados para mi tratamiento– todos ellos eran casos terminales sin
esperanzas. Revisé todos los casos una y otra vez y le pregunté '‘¿cuando
quiere que empiece?.'‘ Me miró sorprendido ya que, como me dijo más tarde,
esperaba que rechazase su oferta.
Quedé
en que iría a Chicago todos los jueves para tratar a esos pacientes, siempre
bajo la vigilancia de los cinco doctores. El especialista asesor me preguntó
mientras me llevaba a casa de algunos amigos en Chicago, por qué había aceptado
esos terribles casos.
‘'Mostraré
resultados que sorprenderán a los médicos, incluso en ésta última etapa de la
enfermedad”, le dije. ‘'Los resultados serán suficientes para interesar incluso
a los médicos más escépticos.'‘
Tal como
lo dije sucedió. Más tarde, estos médicos me ofrecieron abrir una clínica en el
hospital de Passervant en Chicago, siempres que me quedase en los Estados
Unidos.
Al
principio, el Dr. Richard Leonardo, un cirujano especialista y coronel de
Rochester, en Nueva York, se rió de la idea de que mi trabajo tuviese mérito
alguno‘'. La única forma de aprobar o refutar el mérito de ESSIAC,'‘ le dije,
“es la de quedarse en la clínica, ver a mis pacientes y observar los resultados
de mi trabajo.'‘ Y así decidió hacerlo.
El
primer día se quedó y habló con los pacientes; me dijó que estaba satisfecho
con los resultados, pero era mi fe y coraje lo que devolvía la esperanza y
mejoraba el estado de mis pacientes- no mi tratamiento. ‘'Estos resultados son
completamente psicológicos'‘, afirmó enfáticamente.
El
segundo día lo invité a venir a la sala de curas, para que examinase a los
pacientes y viese como administraba el tratamiento. Teníamos varios casos de
cáncer avanzados y no salí de la clínica hasta las 7:30pm. El también se quedó
hasta que se fue el último paciente.
‘'Señorita,'‘
me dijo, '‘Debo darle la enhorabuena. Ha descubierto usted algo maravilloso.'‘
El Dr.Leonardo se quedó durante cuatro días examinando a los pacientes,
interesándose cada vez más por los resultados que obtenía.
‘'Me
gusta el método de su tratamiento,'‘ me dijo. ‘'Pienso que echará abajo todas
las teorías del tratamiento contra cáncer y que con el tiempo podrá ser
utilizado junto a la cirugía y los tratamientos de rayos x'‘
Se
ofreció para establecer y equipar un hospital de Rochester si estuviese
dispuesta a mudarme allí y trabajar con él.
Ambas
ofertas de establecer clínicas en los Estados Unidos eran tentadoras, pero
todas mis raíces, por ambas partes de la familia habían vuelto de Francia para
quedarse en Canada desde 1700 y había decidido de antemano que Canada sería la
que se llevase el crédito de descubrir una cura contra la enfermedad más temida
del mundo. o:p>
El
Dr.Leonardo realizó una investigación de mi tratamiento durante el verano de
1937, mientras la Dra. Emma H.Carson de Los Angeles pasaba los meses de junio y
julio de ese año visitando mi clínica de Bracebridge y estudiando el
tratamiento y sus resultados.
El
siguiente informe está escrito por la Dra. Emma Carson de Los Angeles,
California, con fecha del 12 de agosto de 1937:
Varios
de mis colegas de la profesión, mundialmente reconocidos (médicos, cirujanos y
abogados) así como cuatro famosos oficiales de negocios pasaban el invierno de
1936-37 en el Sur de California, y en varias de las ocasiones en las que me
visitaron, oí hablar de la maravillosa clínica de cáncer de la Señorita Caisse
en Bracebridge, Ontario. Al escuchar estos impresionantes informes expresados
con tan serio interés en las discusiones, empecé a interesarme.
Más
tarde tuve la determinación de ir a Bracebridge tan pronto como pudiese
intercambiar cartas introductorias, para que la Señorita Caisse me invitase a
visitar su clínica. La invitación me fue gratamente concedida, y contenía
además instrucciones explícitas para facilitar mi viaje, su genuina y sincera
bienvenida y su agradecimiento por tomarme la molestia de venir de tan lejos
para investigar su trabajo, a pesar de mi actitud escéptica.
A las 8
a.m. del cuarto día después de recibir su amable invitación, salí de Los
Angeles de camino a Bracebridge con el único propósito de conocer a la Señorita
Caisse y cerciorarme de las virtudes reales de los tratamientos ESSIAC, según
su invitación, y especialmente agradecida de su promesa de mostrarme su método
y sistema personalmente en su clínica.
Tras
estudiar seria y compasivamente la extraordinaria cantidad de gente afligida y
después de compararlo visualmente con las clínicas más eminentes y distinguidas
en las que había estado, tanto en éste país como en países extranjeros, me dí
cuenta de que nunca había visto o estado en un clínica donde hubiese un
ambiente tan notablemente alegre y compasivo.
Los
pacientes me aseguraron que habían dejado voluntariamente de tomar todo tipo de
narcóticos y sedantes recetados por los médicos que los habían atendido antes
de la adpoción del tratamiento ESSIAC, y esto poco tiempo después del primer
tratamiento.
Mi
escepticismo no cedió ni desapareció a pesar de la eperanza y fe depositadas
por los pacientes de la clínica y sus amigos. Sin embargo, admito que mi
curiosidad aumentó, y decidí que mi escepticismo no podía cerrarme los ojos o
entrometerse en mi detallada investigación sobre la verdadera eficacia de
ESSIAC en tratamientos contra el cáncer. Algunos de los médicos y cirujanos
eminenetes que estaban familiarizados con los indiscutibles resultados
obtenidos con el tratamiento ESSIAC de la Señorita Rene M. Caisses, y que
habían demostrado un gran interés en los trabajos de la investigación contra el
cáncer, incluyendo la investigación de los remedios contra los tipos de cáncer
más prominentes, me aseguraron que el tratamiento de Rene M.Caisse era el
remedio más humano, satisfactorio y con más éxito que “podía encontrarse hasta
entonces” (teniendo en cuenta las inevitables limitaciones debido a ciertas
restricciones) para la aniquilación del cancer.
Cándidamente
le expliqué la razón que había motivado mi visita a la clínica de cáncer de
Bracebridge. Esperaba obtener pruebas visibles auténticas que me convenciesen
lo suficiente y que pudiesen establecer una evidencia satisfactoria e
irreversible de ESSIAC como un remedio garatizado contra el cáncer. La Sta.
Caisse expresó su más puro deseo de facilitarme toda la información precisa,
tanto la favorable como la desfavorable, para ayudar a establecer conclusiones
imparciales y definitivamente confirmadas, como una merecida recompensa por mi
largo viaje, realizado con el propósito de obtener evidencias convincentes
acerca del verdadero mérito de ESSIAC.
Diligentemente,
continué con la búsqueda de resultados garantizados y definitivos, alcanzados
con el uso de ESSIAC y atribuidos al tratamiento de cáncer de Rene Caisse. Mi
investigación debía estar basada en juicios imparciales.
La Sta.
Caisse no reinvindica que su remedio ESSIAC “lo cure todo”. Cuando le pregunté
si ESSIAC podía curar el cáncer, me respondió: “Si no lo cura, aliviará su
dolor, siempre que al paciebte le quede la vitalidad suficiente para permitirle
responder al tratamiento.
La
vasta mayoría de los pacientes de la Sta. Caisse venían para empezar un
tratamiento después de que la cirugía, radio, etc, hubiesen fallado y después
de haber diagnosticado a los pacientes como casos incurables o sin esperanza.
Realmente, el progreso obtenido y los resultados conseguidos con ESSIAC, así
como la rapidez de la cura, eran absolutamente maravillosos y había que verlo
para creerlo.
Yo
estaba totalmente inmersa en la revisión, comparación y resúmen de todos los
datos acumulados, informes, historias, etc, y visualizaba mentalmente a cada
uno de los pacientes y su aparente milagroso progreso, cuando me dí cuenta de
que mi escepticismo había desparecido, o había desmontado su tienda tras la
derrota, como los árabes, y se había marchado silenciosamente.
Cuando llegué
a Bracebridge, pensé quedarme 12 horas, o como mucho un máximo de 48 horas. La
Sta. Caisse, su tratamiento ESSIAC y sus pacientes fueron los responsables de
la ilimitada extensión de mi estancia en Bracebridge y Toronto, ya que
permanecí 24 días y pasé unos 16 en Toronto.
Durante
las tres semanas que visité Bracebridge y las ciudades y pueblos de los
alrededores, investigué y examiné los resultados obtenidos con ESSIAC en 400
pacientes.
Me
agrada asegurar a todos los interesados que yo misma corrí con todos mis gastos
e investigué ESSIAC para satisfacer mi propio interés en víctimas del cáncer y
conocer algunos de los agentes curativos que habían demostrado mejores
resultados que ningún otro remedio contra el cáncer, y que podía recomendar de
forma consciente a mis amigos y seres queridos. Quiero expresar que lamento que
Ontario esté tan lejos y que sea tan difícil llegar desde California. El
desplazamiento que supone tal distancia es una consideración importante a tener
en cuenta para la seguridad y comodidad de los inválidos.Me agrada asegurar a
todos los interesados que yo misma corrí con todos mis gastos e investigué
ESSIAC para satisfacer mi propio interés en víctimas del cáncer y conocer
algunos de los agentes curativos que habían demostrado mejores resultados que
ningún otro remedio contra el cáncer, y que podía recomendar de forma
consciente a mis amigos y seres queridos. Quiero expresar que lamento que
Ontario esté tan lejos y que sea tan difícil llegar desde California. El
desplazamiento que supone tal distancia es una consideración importante a tener
en cuenta para la seguridad y comodidad de los inválidos.
Expreso
mi sincero interés y esperanza para que la humanidad entera permita la
obtención del remedio ESSIAC de Rene Caisse, de acuerdo con sus principios
filantrópicos y humanos. (Firmado: Emma M.Carson, M.D. Hayward Hotel, Los
Angeles, California, 12 de agosto de 1937).
Cada
pocos años tenía una cita con quienquiera que fuese el entonces “Honorable
Ministro de la Salúd en Ontario” y asistía con un grupo de pacientes y una
petición. Primero el Dr. Robb, después el Dr Faulkner y el Honorable Harold
Kirby. Cada año el grupo de pacientes era más numeroso y las peticiones
contenían más nombres.
La
última petición se presentó en 1938 con una carta exigiendo a nuestro gobierno
la legalización de mi tratamiento de ESSIAC.
Esta
carta fue presentada ante la segunda sesión de la vigésima asamblea legislativa
de Ontario en 1938, para: “Un acta para autorizar a Rene Caisse a practicar la
medicina en la provincia de Ontario y a tratar el cáncer y sus condiciones
derivadas.” La carta fue patrocinada por dos miembros de la asamblea
legislativa provincial de partidos políticos opuetsos- el Sr. J.Frank Kelly,
miembro del partido liberal y el Sr. Leopold McCauley, miembro del partido
conservador. Había 59 votantes en la asamblea y la petición fallo sólo por tres
votos. Esto habría autorizado la práctica del tratamiento contra el cáncer sin
valoración médica. Esta situación nunca se había dado antes en la historia de
Canadá.
Más
tarde descubrí que una petición tan poco usual, autorizándome la práctica de la
medicina y el tratamiento del cáncer, habría sido sin duda, aprobada por la
asamblea legistativa si no fuese por la existencia de miembros de la profesión
que aseguraron que si la petición no fuese aprobada, no promocionarían la
“Comisión del Cáncer” para otorgar un juicio justo de mi tratamiento.
Observación:
(Más tarde salió a la luz que la asociación médica canadiense había debatido mi
caso con la asamblea legislativa antes del juicio y que había hecho esta falsa
promesa.
Poco
después del juicio de mi peticón, la asamblea pasó: “Un acta para la
investigación de remedios contra el cáncer.”
Este
acta estableció la Comisión del Cáncer entre otras cosas, dado que:
“La
Comisión puede solicitar de cualquier persona que anuncie, ponga a la venta,
alquile o distribuya de forma gratuita o lucrativa, u ofrezca esperanzas
recompensantes sobre cualquier sustancia o remedio contra el cáncer, el
entregar a la comisión muestras de tales sustancias o una descripción del
tratamiento, así como muestras de las sustancias utilizadas en dicho
tratamiento, junto con la fórmula de dichas sustancias y cualquier otra
descripción pertinente a tal sustancia o método de tratamiento que la comisión
pueda determinar.
Cerré
mi clínica inmediatamente después y la reabrí sólo bajo la petición urgente del
Ministro de la Salúd, el honorable Harold J.Kirby y el Primer Ministro de
Ontario, el honorable Mitchell Hepburn.
Cuando
la petición fue aprobada el honorable Mitchell Hepburn dijo: “La decisión
depende ahora de la profesión médica. Ellos deben aprobar o condenar las
afirmaciones de la Sta. Caisse y no creo que puedan condenarlas. Apoyo su
trabajo y haré todo lo esté en mi poder para ayudarla.”
El
Primer Ministro respondió a una consulta de la Sra. Wilfred Raney, de
Sunbridge, Ohio, sobre mi tratamiento, afirmando que podía “continuar” como
hasta entonces. Desde la “Oficina del Primer Ministro de Ontario” y con fecha
de 8 de julio de 1938, decía así: Querida Sra. Raney: En respuesta a su
reciente carta en relación a la cura contra el cáncer de Rene Caisse, deseo
aconsejarle que la Comisión para la investigación de las tan llamadas curas
contra el cáncer todavía no ha sido establecida. La Sta. Caisse está en la
misma posición en la que se encontraba con anterioridad a la aprobación del
acta para la investigación de remedios contra el cáncer. No ha existido
interferencia alguna del Departamento de la Salúd ni de ningún otro
departamente gubernamental. El Ministro de la Salúd y el Diputado Ministro han
entrevistado personalmente a la Sta Caisse, quien ha sido autorizada para
continuar mientrastanto con su tratamiento del mismo modo que lo había hecho
hasta entonces. Le saluda atentamente (Firmado Mitchell Hepburn).
Finalmente,
el día 31 de diciembre de 1939, La Comisión que llevaba la investigación del
remedio contra el cáncer expuso un informe que decía en una de las partes:.
Después
de un cuidadoso exámen de toda la evidencia recogida y analizada y sin olvidar
el hecho de que los pacientes, o un gran número de los que se habían presentado
ante la Comisión, se habían sentido beneficiados por el tratamiento que habían
recibido, la Comisión opinó que la evidencia no justificaba ninguna conclusión
favorable sobre el mérito de ESSIAC como un remedio contra el cáncer y que así
lo notificaría.
Es mí
opinión que la audiencia de mi caso ante la Comisión fue una de las mayores
farsas perpetradas en la historia de la medicina. Más de 380 pacientes se
presentaron para ser oídos, y la Comisión se limitó a escuchar a 49 pacientes.
Más tarde en su informe, redactaron que sólo habían venido 49 pacientes a la
audiencia!. Afirmaron que los informes de rayos X no podían aceptarse como
diagnóstico y que los 49 médicos habían dado diagnóticos erróneos o
equivocados.
Es
triste pensar que los médicos puedan diagnosticar ‘'Cáncer'‘ y enviar a casa a
los pacientes que les queda sólo unos meses de vida, sin estar seguros. En los
49 casos examinados por la Comisión, la mayoría habían sido diagnosticados por
más de un médico. Algunos de ellos habían pasado por tres o cuatro médicos que
los trataron contra la enfermedad antes de acudir a mí para recibir
tratamientos de ESSIAC.
En el
juicio, La Comisión del Cáncer reconoció que cada uno de los pacientes presente
se había beneficiado o curado con ESSIAC: muchos de ellos con padecimientos e
informes patológicos, pero dijeron que los médicos se habían equivocado en el
dignóstico de los casos.
Más de
300 pacientes esperaban a ser oídos pero la Comisión declaró que ya habían
visto lo suficiente como para dar un informe.
La
Comisión del Cáncer criticó el hecho de que no les había proporcionado la
fórmula de ESSIAC ni muestras de la misma. Lo que no destacaron fue que había
ofrecido mi fórmula a las autoridades con la condición de que admitiesen el
mérito de ESSIAC considerando las pruebas clínicas que había presentado.
Me
había dispuesto a entregársela si me aseguraban que no sería archivada (como
habían hecho con la penicilina). Al no entregar mi fórmula, publicaron la
noticia de que “Me negué a entregar mi fórmula”.
Mis
archivos reflejaban cientos de casos documentados sobre la probada eficacia de
ESSIAC en pacientes que padecían de cáncer, incluyendo muchos de los casos de
los 49 pacientes que la Comisión del Cáncer había rechazado por razones
dudosas. Presentaré sólo dos de los casos que asistieron ante la Comisión en
julio de 1939 y que seguían vivos y sanos después de más de 20 años.
Paciente
1. Walter Hampson, Utterson, Ontario, edad 34 años en 1937. Diagnóstico:
carcinoma escamosa del labio. Médicos: el Dr. Ansley, patólogo, y el Dr.A.F.
Bastedo de Bracebridge, Ontario. Después del informe del patólogo, el Dr.
Bastedo apresuró al Sr.Hampson para que inmediatamente empezase un tratamiento de
radio ya que no podía permitirse perder mucho tiempo. El Sr. Hampson acudió a
mi encuentro y se curó. Cuando se presentó ante la Comisión del Cáncer el 4 de
julio de 1939, con otros pacientes, anotarón su caso como ‘'recuperación debido
a intervención quirúrjica'‘. La única operación quirúrgica que había sufrido
era la extirpación de una pequeña sección para hacer una biopsia que demostró
que tenía cáncer!
OBSERVACION:
El Sr. Hampson se recuperó el 4 de mayo de 1960.
Paciente 2.
Herbert Rawson, Bracebridge, Ontario. Edad 48 años en 1935. Diagnóstico: carcinoma del recto, confirmada por
rayos X.
El
paciente tenía una dura masa que sangraba y padecía grandes dolores. Cuando se
negó a operarse, el Dr. Kenny escribió un diagnóstico dando permiso a Rene
Caisse para tratar al paciente con ESSIAC. El tratamiento comenzó en abril de
1935 y el último de los 30 tratamientos fue dado el 1 de mayo de 1936,
mostrando una buena mejora. El paciente pudo trabajar durante el perído del
tratamiento exceptuando un mes de descanso. En 1936, cuando los médicos W.C.
Arnold de Ottawa, Herbert Monthorne de Timmins, Ontario y F.Greig de
Bracebridge , Ontario, lo examinaron, no encontraron ninguna huella del cáncer.
OBSERVACION:
el 22 de mayo de 1960, el Sr. Rawson , se murió de un ataque a los 73 años de
edad.
En
1963, fallecieron la Sra. Carline Donald, de 79 años y John McNee, de 95. Ambos
habían sido curados de cáncer en la clínica de Bracebridge, pero no hay duda de
que los investigadores afirmarán que nunca tuvieron cáncer. Parece ser que los
únicos casos que reconocieron que tenían cáncer fueron los de los pacientes que
fallecieron a causa de ello, a pesar de toda la investigació y tratamientos
convencionales.
El
Primer Ministro, el Ministro de la Salúd, y más tarde el Comisionado del Cáncer
y los abogados de Ontario recibieron cientos de cartas y súplicas de pacientes
y sus médicos con respecto a ESSIAC. Muchas de las 55.000 personas que firmaron
la defensa de la petición para reconocer y legalizar mi tratamiento, también
escribieron cartas. El Comisionado del Cáncer, apoyado por ciertos grupos de
médicos, hizo oídos sordos ante las apelaciones y utilizaron las mismas
interpretaciones imparciales que habían otorgado a otros tratamientos indicados
contra el cáncer, que no estuviesen limitados por su aprobación quirúrgica,
radiacción y drogas tóxicas. .
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